En su etapa renovada y ampliada de condiciones el nuevo Tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC) surge en un escenario internacional cargado de roces geoeconómicos y tensiones geopolíticas, además de una pandemia inédita encima.
La crisis económica surgida como un daño colateral de la emergencia sanitaria global por el SARS-CoV-2, que da lugar al Covid-19, provoca el paro de varios sectores secundarios y terciarios no solo en México sino en otras partes del mundo; algunos son vitales para generar riqueza, como la industria de la construcción, la manufacturera, la automotriz y el sector turismo.
La Organización Mundial del Comercio (OMC) estima una reducción del intercambio internacional “de entre 13 y 32%” debido a las perturbaciones por culpa del coronavirus y que recaen en las relaciones productivas del planeta.
Son datos dolorosos para los flujos comerciales, que ya venían tocados sensiblemente debido a la guerra arancelaria sostenida entre Estados Unidos y China en los últimos 24 meses; una guerra que salpica a otras naciones porque los impuestos ad valorem contra las importaciones del acero y del aluminio, aplicados por el gobierno norteamericano, están vigentes para el resto del mundo con la excepción de México y Canadá.
De acuerdo con la OMC “casi todas las regiones sufrirán en 2020 disminuciones de dos dígitos del volumen del comercio y las exportaciones se verán especialmente afectadas en América del Norte y Asia; es probable que la caída del comercio sea más pronunciada en sectores caracterizados por la complejidad de las cadenas de valor, sobre todo en el caso de los productos electrónicos y de la industria del automóvil”.
Aun así los organismos internacionales, todos por igual, celebran por todo lo alto la entrada en vigor del nuevo TMEC, principalmente porque contribuirá a disipar la incertidumbre creada alrededor del proceso de renegociación, dándole a los inversionistas extranjeros confianza para hacer negocio e invertir en tres economías con un trato arancelario preferencial entre sí.
Al respecto el Fondo Monetario Internacional (FMI) destaca las cinco cualidades del nuevo esquema comercial: 1) fortalecerá a la industria automotriz; 2) dinamizará el sector de los textiles; 3) hará más competitivo al sector de la confección; 4) habrá una agricultura más liberalizada; y 5) ofrecerá otras medidas de ampliación en las facilidades comerciales.
Para ese organismo “bien aplicado el nuevo tratado dejará ganancias en esta región comercial de 2.5 billones de dólares” y cada país obtendrá sus propias ventajas.
Para José Ángel Gurría, secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el TMEC si bien no resolverá per se los problemas de México “tendrá beneficios importantes” que se traducirán en crecimientos económicos.
A su vez el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) destaca “las siete novedades” del nuevo tratado: 1) cero aranceles a todos los productos que cumplen con las reglas de origen; 2) certificación y verificación de origen; en el TLCAN lo hacían los exportadores y ahora los importadores podrán emitir certificados de origen para demostrar que el bien cumple con la regla de origen; 3) acuerdo de facilitación del convenio de la OMC; 4) aplicación de las leyes comerciales y de aduana con una nueva sección contra el fraude y el contrabando; 5) comercio de bienes digitales para promover y proteger el comercio de los bienes digitales, respetar la cooperación en ciberseguridad; 6) propiedad intelectual para fortalecer los derechos de propiedad intelectual protegiendo las patentes y los derechos de autor; 7) protocolo modificatorio del TMEC; habrá una supervisión de las normas si se violan ciertas disposiciones de las leyes laborales en empresas mexicanas.
Mientras tanto el Banco Mundial cree que “México conservará una ventaja en la atracción de la inversión extranjera” y fundamentalmente el éxito del nuevo acuerdo “radica en proveer de un horizonte de planificación” a la industria automotriz y manufacturera.
En Europa el Parlamento de la UE recuerda que el TLCAN fue la diana principal de ataques del entonces candidato a la Presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, quien en sus discursos de campaña reiteró insistentemente que se trataba “del peor acuerdo de la historia”.
Con el nuevo TMEC “habrá implicaciones para las compañías europeas que comercian o bien están presentes en la región de América del Norte, en particular para los productores de vehículos, las empresas en el sector de la alimentación, los fabricantes de bebidas y de lácteos”, de acuerdo con un análisis del europarlamento.
En la UE están convencidos de que el tratado servirá de base a Trump, una vez reelecto, para negociar los futuros acuerdos comerciales que busca primero con Reino Unido y, segundo, con los 27 países integrantes del cónclave de la UE.
Aliciente entre nubarrones
El nuevo acuerdo rezuma esperanza. Lo hace en medio de sendos nubarrones y en condiciones de enrarecimiento de las relaciones internacionales. Con la pandemia como distractor principal ante la emergencia de atención sanitaria y la dispersión del coronavirus a nivel global, los movimientos en el ajedrez geopolítico continúan.
Mientras China sigue confrontada con EU, socio fundamental de México, en las últimas horas el gobierno de Beijing anunció que restringirá todos los visados a los ciudadanos norteamericanos “que interfieran en Hong Kong”.
Una decisión diplomática, quid pro quo, a la implementada por Washington recién supo de la Ley de Seguridad Nacional que restringe las libertades en Hong Kong.
Los dos países siguen jalando la cuerda, tensándola cada vez más, cada uno a su estilo e ideología, sin medir consecuencias sobre cómo impactan enturbiando el ambiente internacional que, falto de certezas, actúa replegándose.
Hace unos días Mike Pompeo, secretario de Estado norteamericano, acusaba al Partido Comunista chino de ser una maquinaria de “propaganda adversa para confundir a Occidente” con ataques “ideológicos y cibernéticos” llenos de divulgaciones torticeras con la pretensión de infundir miedo y confusión.
La réplica de Zhao Lijian, portavoz del Ministerio de Exteriores de China, es cada vez más áspera y no omite en su lenguaje ningún tipo de descalificativos: ha pasado de la diplomacia cortés a las palabras intimidatorias.
“A la luz de los actos erróneos de Estados Unidos nosotros en China hemos decidido imponer restricciones de visado contra los funcionarios estadunidenses que se comporten de modo ofensivo en cuestiones relacionadas con Hong Kong”, advirtió Zhao.
Encima, el origen y la evolución de la pandemia del coronavirus no hace más que echar más leña a la hoguera de fricciones que prácticamente salpican toda la esfera de las relaciones entre Washington y Beijing; de hecho el gobierno de Xi Jinping señala que intereses estadunidenses están detrás del apoyo a los grupos prodemocráticos de Hong Kong, mientras algunos de sus consejeros observan con temeridad la intromisión de ayuda militar a India, nación con la que mantiene fuertes roces fronterizos.
Luego están los fármacos y las vacunas: mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) pide junto con la Organización de Naciones Unidas (ONU) una vacuna efectiva contra el SARS-CoV-2 que no sea discriminatoria y con dosis para todos, se vislumbra notoriamente una pugna entre laboratorios de diversas partes del mundo por hacerse con la inmunidad contra el Covid-19 lo más pronto posible para imponer sus condiciones.
La más reciente jugada unilateral del mandatario Trump provocó hondo malestar en Europa luego de que ordenó comprar todas las dosis disponibles de Remdesivir, medicamento avalado por la FDA y la Agencia Europea de Medicamentos para los pacientes más graves con coronavirus.
El fármaco producido por la multinacional biotecnológica norteamericana Gileads Sciences ha sido adquirido —todo el stock disponible para los próximos meses, un total de 500 mil dosis— por el Departamento de Salud de EU; no habrá más medicamento sino hasta octubre.
La pregunta es: si esto acontece con el Remdesivir, al que el mundo se ha quedado sin acceso inmediato, ¿qué pasará cuando haya una vacuna efectiva contra el coronavirus?
Además en una actitud totalmente monopolística y antimercado, Gileads Sciences ha impuesto un precio mínimo para cada vial de Remdesivir: 390 dólares. Un tratamiento de cinco días con seis viales para salvar la vida de un paciente grave con coronavirus tendría un costo de dos mil 340 dólares.
Cuestionada al respecto la OMS no aclara a Vértigo qué pasará cuando de las decenas de investigaciones para la inmunidad del SARS-CoV-2 una o varias logren probar su eficacia. ¿Significará que habrá varias versiones de vacuna contra el coronavirus? ¿Cada país podrá libremente disponer de la suya o comprarla al laboratorio de otra nación que la tenga con éxito? ¿O es que habrá una guerra de patentes, con múltiples vacunas? ¿O el laboratorio que pruebe ser el primero en lograr la inmunidad será entonces el que imponga su precio y tiempos de comercialización?
En Europa dan por hecho que el primero en llegar a la vacuna será Oxford y la comercializará AstraZeneca bajo el beneplácito del gobierno británico, con el que Trump quiere cerrar un acuerdo y hasta impulsar una fusión entre Gileads Sciences y AstraZeneca: Reino Unido y EU juntos por la geopolítica del coronavirus y en sus manos la salud de miles de millones de personas, el precio de la vacuna y su potencial distribución.
Previendo lo que puede pasar en el último sprint, China anunció que su empresa CanSino Biologics comenzará a probar una vacuna contra el SARS-CoV-2 en sus militares; y Rusia, hace unos días, hizo lo mismo con voluntarios de su ejército.
A su vez el primer ministro de India, Narendra Modi, dio a conocer que la empresa Bharat Biotech ya prueba una vacuna, Covaxin, con humanos; su intención es dar protección a todas las personas de los países menos desarrollados.
Aspiraciones desatadas
La pandemia no altera el curso de las ambiciones ni de las pugnas existenciales. Mientras Corea del Norte vuela por los aires un edificio de oficinas de enlace diplomático con Corea del Sur, ubicado en la ciudad de Kaesong, en territorio norcoreano, Irán lanza literalmente una orden “de búsqueda y captura” contra Donald Trump acusándolo por el asesinato del general iraní Qasem Soleimani, jefe de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria, en enero pasado.
La Fiscalía de Irán ha solicitado a la Interpol que ponga al mandatario estadunidense entre los hombres más buscados bajo cargos de “asesinato” y “acto terrorista” después de que Alí Qasimehr, fiscal de Teherán, emitió órdenes de aprehensión contra 36 personas involucradas en el asesinato de Soleimani.
También en la ONU se libra otro frente entre EU e Irán relacionado con el embargo de armas a la nación persa. Y es que la Casa Blanca maniobra para que el seno del Consejo de Seguridad de la ONU no levante el embargo de armas —próximo a caducar, el 18 de octubre— sino, todo lo contrario, lo prolongue por mucho más tiempo.
En la disputa por el control de Oriente Medio con el frente de Siria abierto los estrategas norteamericanos consideran imprescindible sostener el embargo y evitar que Irán obtenga un rol predominante no solo en Siria sino también en Yemen.
De acuerdo con un documento enviado por Estados Unidos a la ONU, en cuanto se levante el embargo sucederá que “Teherán ordenará la compra de aviones rusos capaces de atacar en un radio de tres mil kilómetros” y ampliará “la flota de submarinos”, toda vez que son cuestionables sus intenciones de obtener “una bomba nuclear”.
Ni China ni Rusia ven con buenos ojos las intenciones estadunidenses, mientras Teherán sigue presionando por que las sanciones comerciales y de restricción de venta de su petróleo se levanten cuanto antes; de hecho, producto de estas sanciones, en España la comunidad iraní denuncia ante el Ministerio de Relaciones Exteriores el congelamiento de sus cuentas bancarias.
“Habiendo renunciado al acuerdo nuclear, Estados Unidos ya no es un participante y no tiene derecho a provocar un retroceso en el Consejo de Seguridad”, esgrimió vía telemática Zhang Jun, representante chino ante la ONU.
A su vez Mohamad Javad Zarif, titular de Exteriores de Irán, reiteró que “la preservación del acuerdo nuclear” depende del levantamiento del embargo de armamento contra su país.
“El calendario para la remoción de las restricciones de armas inherente a la resolución 2231 es parte indisociable del acuerdo logrado con tanto esfuerzo. Y cualquier intento por modificar o enmendar el calendario acordado socava dicha resolución”, afirmó Javad Zarif.
Putin
Luego está Rusia: el avance de la pandemia retrasó el referendo impulsado por el presidente Vladimir Putin con fecha del 22 de abril a favor de enmendar la Constitución e introducir 206 enmiendas, entre las que destacan cambios en el Ejecutivo y en el Legislativo.
Lo retrasó, sí, pero no lo anuló: el referendo para preguntarle a los rusos si están a favor o en contra de las enmiendas constitucionales comenzó el 25 de junio y concluyó el miércoles 1 de julio.
Según los datos de la Comisión Electoral Central el escrutinio popular avaló con 77% de respuestas positivas todos los cambios propuestos.
La aprobación de las reformas permitirá al presidente Putin volver a las urnas: él permanece desde 2012 como primer mandatario de la Federación de Rusia, “cargo que ya desempeñó anteriormente entre 1999 y 2008”; y también fue primer ministro de 2008 a 2012.
Así, el político de 67 años podría permanecer en el poder hasta 2036, siempre y cuando en 2024, una vez concluya su mandato, se vuelva a presentar como candidato y gane en las urnas. Las reformas incluso le concederían otra nueva oportunidad electoral en 2030, para concluir en 2036.
Prácticamente el exagente del KGB, nacido además en el seno de una familia humilde de San Petersburgo, gobernaría un total de 36 años, más tiempo que el dictador comunista Iósif Stalin (1927 a 1953) con 31 años en el poder o bien que la misma Catalina II, considerada la madre de la Ilustración rusa, con un reinado de 34 años.
Como dato llamativo: Stalin falleció el 5 de marzo de 1953; en ese entonces Putin iba a cumplir cinco meses de haber nacido. Son dos figuras que en el tiempo resumen el epíteto de una era de cambios y transformaciones de la madre patria rusa en el siglo XX y el naciente siglo XXI; de la posición concéntrica de la URSS como eje de un modelo con economías satélite a su alrededor y jugando un papel de equilibro mundial como contraparte de Estados Unidos bajo la Guerra Fría.
Putin quiere hacer de Rusia un jugador con brío en una esfera internacional con varios actores preponderantes estratégicos y con dos polos yuxtapuestos, como son China y EU, con el gigante asiático apoderándose a pasos acelerados de la escena internacional. Rusia busca un sitio y no como satélite de China.
Putin quiere además ser un interlocutor internacional por su cercanía con China, India, Turquía, Arabia Saudita, Irán, Israel, Corea del Norte, Francia, Alemania y Siria. Intenta manejar con astucia el escenario global adverso…
Por Claudia Luna Palencia
Foto JAKUB ZAJIC
Créditos vertigopolitico.com