Fuertes y poderosas pero a la moda: las lideresas políticas de EE. UU.

Olvídate de las perlas, elige los pendientes de aros grandes.

Deja el saco cruzado, ponte una chaqueta de cuero.

Los zapatos adecuados pueden ser los de tacón de aguja o los deportivos.

Tampoco hay pierde con unos labios llamativos.

Al prepararse para hacer su debut en televisión nacional, en horario estelar, durante la Convención Nacional Demócrata de la semana pasada (junto con otras 16 “estrellas nacientes” del partido), Yvanna Cancela sabía cómo se arreglaría para su presentación: “con unos labios muy rojos y unos aros muy grandes”.

Fue una decisión relacionada tanto con la ideología como con la moda.

“Creo que las mujeres que participan en la política deben presentarse como se ven a sí mismas y no necesariamente como creen que deben verse”, señaló Cancela, la senadora por Nevada que vive en Las Vegas. “Trato de proyectar una intención al mismo tiempo que intento no favorecer los estereotipos. Si no me gustaran, no los usaría, pero llevo aros casi el 90 por ciento de las veces”.

“La gente es mucho más sensible a la autenticidad que al amoldamiento”, añadió.

Muchos de los estilos más impactantes en la Convención Nacional Demócrata fueron los virajes —algunos de ellos discretos, otros atrevidos— de cualquier cosa que fuera parecida a la imagen invariable de colores tenues, cortes de cabello convencionales y escotes aprobados por los asesores que durante años han tenido que mantener las mujeres que participan en la política.

Ahí estaba Keisha Lance Bottoms, alcaldesa de Atlanta, con una falda color amarillo limón y un collar de cuentas gruesas. Deb Haaland, una de las primeras mujeres nativas estadounidenses electas al Congreso, llevaba aretes colgantes color turquesa y un collar de plata, que son símbolos tradicionales de protección y fortaleza. El collar de oro con las letras que formaban la palabra “vota” que usó Michelle Obama desató una tendencia instantánea, pero muchas mujeres también observaron sus aros del tamaño de una pulsera.

Michelle Obama habló en la primera noche de la Convención Demócrata celebrada la semana pasada.
Foto: Convención Nacional Demócrata

A medida que las mujeres de color escalan en la política en todo el país, amplían la definición de lo que implica verse como una política. En la escena nacional, Kamala Harris es la primera mujer negra de ascendencia india que es candidata a la vicepresidencia por uno de los principales partidos.

También, desde el Congreso hasta las oficinas locales y estatales de la legislatura, las mujeres que están en su veintena y treintena se incorporan al escenario y están tan cómodas al debatir las políticas como al hablar de su color favorito de lápiz labial. Las mujeres de 40 y tantos y 50 y tantos años dicen que sienten una mayor libertad para expresar su estilo personal.

“La política es posterior a la cultura, no lo contrario, así que lo que vemos es una muestra del cambio cultural”, dijo Carol Moseley Braun, exsenadora demócrata de Illinois que fue la segunda mujer negra en postularse a la presidencia. En la década de 1990, Mosely Braun usaba el cabello trenzado, lo que sin querer se convirtió en un tema de debate en Washington.

Durante años, hablar de la indumentaria de las lideresas políticas ha sido un tabú, como si evitar referirse a la apariencia implicara necesariamente que se va a tomar en serio a las mujeres en un ambiente en el que predominan los hombres (menos del 25 por ciento de los congresistas son mujeres, una cifra que es un récord).

Desde luego, los políticos varones tienen sus propios dilemas de indumentaria. Pero ver la ropa como una forma de expresión personal no ha sido, tradicionalmente, un elemento explícito en la política electoral, señaló Rhonda Garelik, historiadora en temas relacionados con la moda.

Ahora Garelik ve que las mujeres participan con éxito en lo que define como la “política rosa” y reivindican lo que por mucho tiempo ha sido considerado como un elemento trivial o un riesgo.

“Tan pronto como reconocemos su importancia, se convierte en un acto profundamente feminista”, señaló Garelik, profesora y directora de la Escuela de Arte y Teoría e Historia del Diseño en la Escuela de Diseño Parsons. “Durante décadas, las mujeres glamorosas se arriesgaban a que no las tomaran en serio. Pero ahora estamos viendo que es una maravilla que las mujeres no le teman al arsenal de glamour, expresen su estilo y lo usen como la herramienta políticamente poderosa que siempre ha sido”.

La moda es una herramienta política bipartidista y Garelik ve que las mujeres de ambos partidos amplían su concepto de cómo debe vestir una dirigente. En ocasiones, el cambio es muy personal.

La representante por Massachusetts Ayanna Pressley en una marcha por el derecho al aborto en Washington.
Foto: T.J. Kirkpatrick para The New York Times

Antes de que hablara públicamente sobre su diagnóstico de alopecia en un emotivo video en el que mostraba su cabeza calva, la representante demócrata por Massachusetts, Ayanna Pressley, dijo que al usar su cabello rizado, sentía su “ser más auténtico y poderoso”.

En ese momento, Pressley calificó su propio estilo como “muy conservador” y “tradicional” y añadió: “Recientemente he sido un poco más atrevida con mi vestimenta”. Desde entonces, la chaqueta de cuero y la ropa colorida de Pressley han tenido muchos seguidores.

Moseley Braun recordó una conversación de hace algunos años con un líder de los derechos civiles que dijo que parte del racismo más persistente en Estados Unidos tenía que ver tanto con el cabello como con el color de la piel.

“Es un tema muy delicado para las mujeres negras”, señaló Moseley Braun, quien, durante su trayectoria de décadas como política y embajadora, ha usado decenas de estilos de peinado.

En 2010, cuando lanzó su candidatura fallida para convertirse en la alcaldesa de Chicago, una asesora de campaña le dijo que necesitaba extensiones para que pudiera peinarse como lo hacía Michelle Obama en ese momento.

“Insistía en que si no tenía ese tipo de extensiones, la gente pensaría que no estaba en sintonía o que yo no valía la pena”, comentó Moseley Braun. “Accedí, me costó una fortuna y de todas maneras perdí la elección”.

Y por todo lo que ha cambiado, es más fácil no romper los límites. London Breed, la alcaldesa de San Francisco, dijo que ya no usa jeans en público, incluso cuando no está en horas de oficina. Y aunque ha pensado envolver su cabello con una bufanda, más a menudo lo tiene alisado.

“Lo más seguro es usar el mismo traje”, dijo. “La gente hace comentarios, y las mujeres los reciben más que nadie. Recuerdo que había un alcalde con solo tres trajes y nunca nadie dijo nada sobre su ropa”.

A lo largo de los años, Breed ha recurrido a una mentora para hacerle consultas sobre su imagen: Harris.

Harris y su esposo, Douglas Emhoff, en el desfile del orgullo de San Francisco en 2019.
Foto: Jim Wilson/The New York Times

El miércoles, en su discurso de aceptación, Harris llevaba un traje sastre, como casi siempre. Pero también es conocida por su colección de zapatos deportivos Converse y obtuvo críticas favorables por una chaqueta con lentejuelas con un arcoíris que usó en el desfile del orgullo gay en San Francisco.

“Crecí rodeada de personas que tomaban muy en serio su apariencia”, dijo Harris en una entrevista de 2011 publicada en Harper’s Bazaar. “Era una señal de autoestima” (también mencionó el “fabuloso” plisado de un traje que traía, sin el cual se vería muy conservador).

Cuando Haaland llegó a Washington después de obtener el puesto en 2018, sabía que, en un ámbito profesional, muchas mujeres usaban el cabello corto o se lo recogían.

“Mi cabello largo y café oscuro es parte de mi cultura”, comentó. “También tengo que honrar a mis ancestros. Uso grandes aretes largos y colgantes. Uso muchas pulseras. A veces hacen un poco de ruido”.

Foto: Erin Schaff/The New York Times

Créditos: nytimes.com

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