Durante su reunión ultrasecreta con los servicios de inteligencia en la Oficina Oval, el 28 de enero, el presidente norteamericano Donald Trump estiró el cuello no bien la discusión giró hacia el brote de coronavirus en China . “Será la mayor amenaza a la seguridad nacional que tenga que enfrentar en su presidencia”, le dijo a su asesor en seguridad nacional, Robert O’Brien, según un nuevo libro de Bob Woodward, editor adjunto de The Washington Post. “Será lo más duro que tenga que enfrentar, señor presidente”.
El subasesor Matthew Pottinger coincidió: le dijo al presidente que por los informes que recibían de sus contactos en China era evidente que el mundo estaba frente a una crisis sanitaria solo equiparable con la pandemia de Gripe Española de 1918, que dejó 50 millones de muertos alrededor del planeta.
Diez días después, Trump llamó a Woodward y le confesó que pensaba que la situación era mucho más dramática que lo que venía diciendo en público. “Respiras y te contagias”, le dijo Trump en una llamada del 7 de febrero. “Por eso es tan jodido, tan sensible. Es incluso más mortal que las gripes más virulentas. Esta cosa es letal”, recalcó enfáticamente Trump.
Por entonces, el presidente le decía a los estadounidenses que el virus no era peor que una gripe estacional, predecía su desaparición casi inmediata, y repetía hasta el cansancio que su gobierno tenía total control de la situación. Pasarían varias semanas hasta que el mandatario reconociera públicamente que el coronavirus no es una gripe común y corriente y que puede contagiarse a través del aire. El 19 de marzo, Trump le reconoció a Woodward que había minimizado deliberadamente el peligro. “Siempre busqué restarle importancia”, le dijo el presidente. “Y sigo haciéndolo porque no quiero generar pánico”.
Además de ocuparse del modo en que Trump manejó la pandemia, el libro de Woodward, “Rage” (Ira), también explora su relación con cuestiones raciales, la diplomacia con Corea del Norte y una variedad de otros temas surgidos en Estados Unidos en los últimos dos años.
El libro también incluye durísimas aseveraciones sobre la conducta de Trump de parte de su exsecretario de Defensa Jim Mattis, así como del exdirector nacional de Inteligencia Daniel Coats, y muchos otros.
El libro se basa en parte en las 18 entrevistas grabadas on the record que Woodward le hizo al presidente entre diciembre y julio pasado. Woodward escribe que otras citas del libro fueron obtenidas a través de conversaciones “profundas” con personas que le divulgaron información y le relataron situaciones, pero cuyos nombres no son divulgados.
En cuanto a la crisis sanitaria, “Trump nunca pareció realmente dispuesto a movilizar todo el aparato del Estado federal, y todo el tiempo parecía querer tirarles la pelota a los estados”, escribe Woodward. “No había una verdadera teoría sobre el manejo de la situación o sobre cómo coordinar una gigantesca movilización nacional para hacer frente a una de las emergencias más complejas que Estados Unidos haya enfrentado jamás”.
Trump se mostró desdeñoso del expresidente Barack Obama y le dijo a Woodward que prefería referirse a él usando sus dos nombres de pila, “Barack Hussein”.
“No creo que Obama sea inteligente. Pienso que está sumamente sobrevaluado. Y tampoco creo que sea un gran orador”, le dijo Trump a Woodward, y agregó que el líder norcoreano, Kim Jong-un , pensaba que Obama era “un pelotudo”.
Sobre Kim Jong-un
“Rage” incluye los primeros extractos que se conozcan de las cartas que Trump intercambió con Kim, y en el libro Woodward dice que el magnate usaba malas palabras para defender su relación epistolar con Kim. Por más que los jefes de la inteligencia norteamericana advirtieran que Corea del Norte probablemente nunca entregue sus armas nucleares y que el abordaje de Trump es totalmente ineficaz, el presidente insistió ante Woodward que está decidido a seguir por ese camino y que la CIA “no tiene la menor idea” de cómo lidiar con los norcoreanos.
“Fui, me reuní, y no cedí en nada. ¿Cuál es el problema?”, le dijo Trump a Woodward, al rechazar las críticas por sus tres encuentros cara a cara con Kim. Pero los expertos en relaciones internacionales dicen que Trump cedió, y mucho. Entre otras cosas, primero pospuso y luego redujo los ejercicios militares conjuntos de Estados Unidos con Corea del Sur, que desde hace tiempo molestaban a los norcoreanos, y al mismo tiempo le regaló a Kim la estatura y la legitimidad internacional que el régimen de Corea del Norte codiciaba desde hacía tanto.
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