Incluso para los estándares impactantes de noticias de Donald Trump, el presidente estadounidense dijo algunas cosas sorprendentes en una entrevista con Laura Ingraham en Fox News la noche del lunes.
Por mencionar algunas: un avión “casi completamente cargado con criminales” que vestían uniformes negros había llegado a Washington la semana pasada para crear caos en la Convención Nacional Republicana. El opositor del presidente en la campaña de 2020, el exvicepresidente Joe Biden, era controlado por “personas de las que nunca has oído hablar, personas que están en las sombras más oscuras”. Los policías como el de Kenosha, Wisconsin que disparó siete veces contra un hombre negro desarmado la semana pasada —lo que lo dejó paralizado de la cintura para abajo— atraviesan un momento difícil debido a la tensión y por eso “sucumben ante la presión, como en un torneo de golf, fallan un tiro de menos de un metro”.
Se ha vuelto rutinario señalar lo obvio cuando se informa sobre el presidente Donald Trump. Todas estas serían aseveraciones bastante sorprendentes si provinieran de cualquier otro presidente o candidato importante para el cargo.
No obstante, no fueron lo suficientemente impactantes para que cualquiera de los líderes republicanos en la Cámara de Representantes o el Senado tuviera algo que decir al respecto. A ninguno le importó tanto como para comentar, al menos no a la docena, que The New York Times intentó contactar el martes.
Este también es un patrón familiar: Trump dice algo incendiario mientras que sus compañeros republicanos no dicen nada.
“Si el líder hace comentarios, me aseguraré de compartirlos”, dijo Scott Sloofman, un portavoz del senador Mitch McConnell de Kentucky, el líder de la mayoría. Hasta el inicio de la tarde del martes, no hubo nada para compartir.
Por supuesto, ni la Cámara de Representantes ni el Senado están en sesiones esta semana, y la mayoría de los miembros están de regreso en sus distritos. Esto evitó que perdieran la dignidad al tener que escabullirse por los pasillos del Capitolio con los pretextos de estar en una llamada telefónica o porque llegarían “tarde al almuerzo”, se habían “perdido” la declaración del presidente, no habían “visto el tuit”, no habían visto la entrevista o cualquier otra excusa.
Al final del día, no se esperaba nada de los republicanos electos, de ninguna parte —ni críticas ni condenas o ni siquiera el reconocimiento de que el presidente había dicho algo “problemático”—. Nada sobre “aviones llenos de saqueadores”, nada del lenguaje codificado sobre temas raciales incrustado en algunas de las otras declaraciones de Trump a Ingraham acerca de cómo las viviendas de personas de escasos recursos destruyen los suburbios estadounidenses, al acarrear “muchos otros problemas, incluidos los crímenes”.
Solo un republicano estuvo dispuesto a responderle al presidente: el senador Mitt Romney de Utah. Esto también encaja en un patrón familiar del exabanderado republicano que desempeña el improbable papel del rebelde.
“Los comentarios y tuits durante los últimos días, incluyendo un retuit de un video de 2019 que claramente tiene la intención de encender aún más las tensiones raciales, son simplemente apabullantes”, dijo Romney.
Para la mañana del martes, el presidente les aclaró a los reporteros que el “avión lleno de saqueadores” al que se había referido también incluía a “los anarquistas, los responsables de los disturbios, las personas que de manera obvia buscaban problemas”.
Él atribuyó esta amenaza a “un recuento de primera mano de un avión que vuela de Washington a cualquier lugar”. Poco tiempo después, Trump lo había dejado atrás. “¡Esto nunca termina!”, tuiteó. “Ahora intentan decir que tu presidente favorito, yo, fue al Centro Médico Walter Reed por haber sufrido una serie de mini derrames cerebrales”.
Declaró que estas eran “NOTICIAS FALSAS” y el médico de la Casa Blanca emitió un comunicado en el que niega que el presidente haya sufrido cualquier derrame cerebral.
Al parecer, Trump reaccionaba a un nuevo libro de Michael S. Schmidt, un reportero de The New York Times, quien escribe en el libro “Donald Trump v. the United States” (Donald Trump vs. Estados Unidos) que el día que el presidente hizo un viaje al Centro Médico Militar Nacional Walter Reed en Maryland el año pasado, el vicepresidente Mike Pence estaba en espera para asumir el cargo de manera temporal si Trump tenía que someterse a un procedimiento que requiriera anestesia.
Joe Lockhart, un exsecretario de prensa de la Casa Blanca durante el gobierno del presidente Bill Clinton, formuló una pregunta en Twitter: “¿@realDonaldTrump tuvo un derrame cerebral que esconde al pueblo estadounidense?”.
Trump luego hizo que su médico emitiera un comunicado que respaldara su tuit.
Esto nunca termina.
Foto: The New York Times
Créditos: es-us.noticias.yahoo.com