Trump ya se fue, pero muchos en el sur de Texas seguirán viviendo bajo la sombra del muro fronterizo

Becky Schuster manejó su vehículo hasta la tierra donde creció, llena de recuerdos de su niñez en la frontera del Sur de Texas. Se detuvo frente a la imponente valla que atraviesa el rancho de su familia.

Sus tierras están partidas en dos por el muro fronterizo ordenado por Donald Trump, una barrera de entre 18 y 30 pies de alto que proyecta una sombra sobre los 700 acres del terreno que su padre, Frank Schuster, le heredó a ella y a su hermano Frank John.

Cientos de acres de su propiedad quedaron al sur del muro.

“Trump reconfiguró la frontera, y eso es lo más antiamericano posible, porque prácticamente estamos cediendo cientos de acres de tierra”, dijo Schuster.

“Trump hizo algo que el general Santa Ana no pudo hacer: mover la línea limítrofe al norte del río Grande”.

Los Schuster están entre las familias y comunidades que tienen que vivir a la sombra del muro fronterizo de Trump, aun cuando el presidente Joe Biden ha detenido su construcción.

Como muchos otros que hacen uso de cementerios históricos y reservas naturales, o que viven en pequeñas comunidades a lo largo del la frontera, han quedado separados por el muro.

Los dos hermanos se inclinan por el lado conservador, aunque Becky ha recorrido los pasillos del Capitolio en Washington y en Austin, “asombrada” de que los republicanos que hablan de proteger la propiedad privada nunca encararon a Trump.

“Lo que más me decepcionó fueron varios legisladores que representaban a Texas”, dijo.

“¿Qué no aprendieron en la clase de historia de Texas en séptimo grado que el río Grande delimitaba la frontera entre Texas y México?”.

Hay políticos, dijo Schuster, que manejan un doble discurso sobre el polémico asunto del derecho de expropiación, o confiscación de tierras por el gobierno federal por razones de seguridad nacional.

Su hermano Frank John es más matizado.

A él no le gusta la valla que proyecta sombra sobre su propiedad, y ahora, con el presidente Biden, “el cambio de administración simplemente le complica la vida a todos, especialmente a nosotros en la frontera. El muro ya está”.

Él hubiera preferido que se hubiera invertido en una valla electrónica con personal de vigilancia para dejar que el río siguiera siendo el límite fronterizo, y cuidar a los pobladores locales contra los narcotraficantes que merodean el lugar.

Pero cualquier propuesta de demoler el muro ahora “sería innecesaria”, dijo.

Becky dijo que desmantelarlo sería “malgastar el dinero de los contribuyentes”, aunque dejarlo como está implica gastar mucho en mantenimiento.

“Ya nada tiene sentido”, dijo.

“Lo irónico es que la ubicación del muro en realidad no le impide a nadie ni a nada entrar a Estados Unidos. Esto es tierra de nadie”, dijo Becky.

“Si usted vive en Cleveland, o en Dallas, ¿levantaría una valla en su propiedad o en su hacienda y cederle a su vecino 10 pies de su propio terreno, por el cual está pagando impuestos?”.

Hizo una pausa y agregó: “Nos hallamos atrapados en un teatro político”.

Una nueva sección de la barda fronteriza sigue siendo construída entre el poblado de Pharr, al sur de Texas y México. La foto fue tomada el 13 de enero.
Una nueva sección de la barda fronteriza sigue siendo construída entre el poblado de Pharr, al sur de Texas y México. La foto fue tomada el 13 de enero.(Lola Gomez / Staff Photographer)

El muro de Trump redibuja la línea fronteriza que corre a lo largo del sinuoso río Grande 1,254 millas desde El Paso hasta Brownsville.

Toda nueva barrera debe ser construida en el lado estadounidense, hasta una milla al norte del río.

El general y presidente de México Antonio López de Santa Ana perdió la mitad del territorio mexicano al comienzo de la revuelta de Texas en 1836, la cual culminó con la Guerra México-Estados Unidos de 1848.

“Si Santa Ana estuviera vivo, le daría un gran abrazo a Trump”, dijo Becky Schuster, por aparentemente haber abandonado una franja de territorio a lo largo del río.

Pequeñas comunidades, cementerios históricos, reservas naturales, iglesias y tierras vírgenes para la agricultura ahora se encuentran en tierra de nadie, hasta donde llega el dique.

Algunos pobladores y agricultores ahora tienen que ingresar un código de acceso para poder abrir los portones de la valla.

“Vamos a necesitar un candado para poder volver a nuestras tierras”, dijo Becky Schuster.

Todo eso es producto del proyecto insignia de Trump, su muro, una intensa obsesión que le garantizaba sonoros aplausos en actos políticos bajo el lema de “Make America Great Again” —”Construyan el muro!, construyan el muro!”— y llevó a un movimiento cultural del ‘ellos contra nosotros’, señalan observadores de la frontera.

“Trump logró trazar esa línea; es decir, construir su muro aun dentro de Estados Unidos de América”, observó Guadalupe Correa-Cabrera, residente de la frontera y profesora de gobierno en George Mason University.

“Con su retórica puso a una parte de la población de Estados Unidos contra los ciudadanos de México y de otras partes de América Latina, contra los inmigrantes y otros segmentos de la sociedad estadounidense. Dividió y conquistó”.

El mismo día de su investidura, el presidente Biden revocó con una orden ejecutiva la declaración de emergencia nacional que usó Trump para desviar alrededor de $10,000 millones del presupuesto del Departamento de Defensa para uno de los proyectos federales de infraestructura más costosos de la historia del país.

Aun no está claro si Biden tiene autoridad para cancelar los trabajos de lo que queda por construir del muro.

La decisión del nuevo presidente es parte de su promesa de no solo detener la construcción del muro sino de cambiar el enfoque del país a la inmigración y volver a ser una nación más acogedora para los inmigrantes que buscan protección contra la opresión.

Esos cambios enfrentan grandes desafíos, ya que Biden tiene que encontrar un equilibrio entre las exigencias de sus simpatizantes que piden un repudio total de las políticas nativistas de Trump, y la realidad de la política partidista en Washington, D.C., así como las complejas tonalidades en las comunidades fronterizas.

Mucha gente, entre políticos, líderes empresariales, ecologistas, agricultores y líderes religiosos a lo largo del rio Grande aseguran que el muro es un peligro, que es caro, es destructivo y además ineficaz.

Es un símbolo “de nuestra inhumanidad, un dolor en nuestra frontera”, dijo el padre Roy Snipes, conocido como el “sacerdote vaquero”, que anteriormente ha ofrecido refugio a migrantes que llegaron a su iglesia buscando ayuda.

Snipes se apresura a añadir: “Pero oponerse al muro no significa que queremos una frontera abierta. Nosotros somos los primeros en decir que necesitamos seguridad en la frontera, pero no un muro”.

“Significa que queremos tratar a la gente como nos gustaría ser tratados, con humildad y respeto”.

Para los Schuster, quienes están a favor de la seguridad fronteriza pero les disgusta la desmañada estructura que parte sus tierras —y al continente— en dos, encontrar la forma de dejar atrás las divisiones en torno al muro después de Trump será cualquier cosa menos fácil.

El muro divide; su objetivo es impedir la entrada de inmigrantes y contrabandistas.

El río —con sus magníficas y amplias aguas, un lugar de peces saltarines, aves, y colorida vegetación que se extiende en ambos lados de la frontera— es fundamental para el fértil suelo que produce caña de azúcar, algodón y una variedad de verduras para los consumidores nacionales.

Becky recuerda haber crecido rodeada de trabajadores mexicanos y escuchando las conversaciones de su padre en una mezcla de alemán y español.

Recuerda los domingos de ir a nadar al río y las largas caminatas, maravillarse de los pájaros. El rancho de la familia se encuentra enseguida del Refugio de Vida Silvestre de Santa Ana, de 2,088 acres de extensión.

Como Trump, los Schuster son descendientes de inmigrantes.

Su padre llegó a Estados Unidos de Austria a los 14 años para trabajar con sus tíos aquí en Alamo.

Después de combatir en la Segunda Guerra Mundial, usó su ahorro militar para comprar la parcela original en 1948.

Con el tiempo, adquirió otros terrenos cerca del río Grande.

Becky dijo que su padre se pondría triste al ver esa cicatriz en la tierra y de que el muro del gobierno afectara las periódicas inundaciones del río.

En 1967, el Huracán Beulah causó catastróficas inundaciones y cobró la vida de varias personas.

Su padre tuvo que desviar en el agua para rescatar a sus toros.

“La naturaleza tiene su manera de dictar la vida a lo largo del río”, dijo.

Mientras caminaba por sus tierras, justo cuando Biden rendía protesta, Becky dijo que pensaba en su padre, como suele hacerlo, y lo describió como “un hombre profundamente patriótico que amaba a su país y hubiera hecho cualquier cosa por protegerlo. Pero, decía, debe haber una mejor forma de hacerlo”.

Por Alfredo Corchado

Foto: Lola Gomez / Staff Photographer

Créditos: dallasnews.com

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