La vitalidad económica del Valle del Río Grande, históricamente ligada a la agricultura, se encuentra bajo una seria amenaza. El persistente incumplimiento de México en la entrega de agua estipulada en el Tratado de 1944 está generando una crisis hídrica que impacta directamente a los agricultores de la región. Los cultivos de cítricos, hortalizas y algodón, pilares de la producción agrícola local, se ven comprometidos por la falta de riego adecuado, lo que se traduce en pérdidas millonarias y la incertidumbre sobre el futuro del sector.
La escasez de agua no solo afecta la producción actual, sino que también pone en riesgo las futuras cosechas y la sostenibilidad a largo plazo de las explotaciones agrícolas. Muchos productores se ven obligados a reducir sus áreas de siembra o incluso a abandonar sus tierras ante la imposibilidad de garantizar el riego necesario. Esta situación tiene un efecto dominó en toda la economía regional, afectando a las empresas proveedoras de insumos agrícolas, a los empacadores, a los transportistas y a los trabajadores del campo.
La urgencia de una solución diplomática y la implementación de medidas de apoyo para los agricultores son cada vez más evidentes. La dependencia del agua del Río Bravo hace que la región sea particularmente vulnerable a las decisiones y la infraestructura del vecino país. La búsqueda de alternativas de riego, la promoción de cultivos más resistentes a la sequía y la presión coordinada a nivel estatal y federal son acciones cruciales para mitigar los efectos de esta crisis y asegurar la viabilidad de la agricultura en el Valle del Río Grande.