El precio del petróleo West Texas Intermediate (WTI), principal referencia en Estados Unidos, registró hoy su nivel más bajo en los últimos cuatro años, cerrando en torno a los 58 dólares por barril. Esta marcada caída ha encendido las alertas en los mercados energéticos y entre los actores económicos del estado de Texas, una región con fuerte dependencia del sector petrolero.
La disminución del precio se atribuye a varios factores clave. En primer lugar, hay una creciente preocupación por el debilitamiento de la demanda global, especialmente ante la desaceleración económica en países clave como Alemania, Francia y otras economías de la Unión Europea. A ello se suma la recuperación más lenta de lo esperado en mercados asiáticos, como China e India, donde la actividad manufacturera y la movilidad siguen por debajo de los niveles prepandemia.
Como si esto no fuera suficiente, el Departamento de Energía de Estados Unidos publicó un informe que indica un aumento inesperado en los inventarios de crudo. Este incremento sugiere que la demanda interna también se está debilitando, lo que refuerza el temor de un exceso de oferta en el mercado global.
Para Texas, esta situación no es menor. Una caída prolongada en los precios del petróleo podría provocar una reducción en los ingresos fiscales estatales, ya que buena parte del presupuesto depende de los impuestos generados por la industria energética. Además, las empresas podrían pausar proyectos de exploración y producción, afectando el empleo en regiones productoras como el Permian Basin.
Analistas señalan que las próximas decisiones de la OPEP+ y de otros productores clave serán determinantes para contener esta tendencia. Mientras tanto, el gobierno estatal y líderes del sector seguirán de cerca la evolución de los precios, evaluando posibles medidas para mitigar el impacto en la economía local.